17 Sep No solo escuchar
“Tal vez
porque no ven que el que camina solo va resguardado
por un coro de brazos y manos compañeras
que lo sostienen, que no lo dejan caer,
mientras él camina solo,
da su pelea”
(No Solo, frag, de Sábado y otros poemas de hospital)
-Algunas impresiones luego del no-solo en ALTAPAZ-
Devolver(nos) la dimensión humana, un ratito.
Escuchar puede llevarnos a ese modo de vincularnos con lo que nos rodea, con los que nos rodean, desde un nosotrxs no mediatizado por nada más, ni nada menos, que nosotrxs mismxs.
¿Hay un para qué en el acto de crear, de componer? Si lo hay ¿Será siempre igual? Si no ¿Existe algo invariable? ¿O la creación va y viene entre esas, y tal vez otras, posibilidades?
Lo que sí va entre una posibilidad y la contraria es la decisión de tocar, de realizar una presentación con las músicas propias. Inicia siempre a partir de la necesidad de hacerlo, de imaginar que está bien que eso pase y que es un momento justo, por el desarrollo de algunas obras, por las ganas de tocar, de compartir, y algunas otras situaciones más. Pero luego de eso sobreviene siempre una impresión que contradice esa necesidad inicial, la pregunta de ¿Para qué? ¿Cuál sería el sentido de hacerlo? ¿Qué valor puede haber en disponer tiempo, propio y ajeno, para mostrar lo creado, que sea distinto a la propia vanidad y al deseo egocéntrico -los cuales más vale siempre renegar y abandonar-?
Ante el concierto de guitarra encontré siempre una incomodidad, algo que además de inquietarme me disgustaba. La propuesta de no-solo nació de armar un espacio para que pasara lo que, entendía, no pasaba en esa clase de conciertos.
Me llevó algún tiempo pensarlo y darle la forma que me parecía que tenía que tener.
Sin embargo, luego de 7 años y 14 ediciones, tal vez el último (el del 15 de septiembre de 2018) fue el único, o uno de los pocos, que reunió todos los elementos necesarios para lograr lo que vengo anhelando. Pero más allá de este particularidad anecdótica, lo importante sería que descubrí algo que tal ve no había pensado de este modo.
La idea de desarmar el escenario, de no amplificar, de disponerse a tocar con la humildad indispensable ante el instrumento, ante el silencio y el sonido, ante lxs que llegaron a escuchar, en general sin mucha noción de qué va a pasar, una calma que no sé de donde salió, y un espacio cálido y profundo de verdad, guardaba la potencia de una escucha que nos devolviera nuestro tamaño en el mundo.
Pero ¿Cuál sería el mérito de esto?
Aún no podría dar respuesta a esto.
Pero sí podría decir que, luego del no-solo de anoche, lo que pasó allí tuvo esa potencia, la de (re)encontrarnos con la posibilidad de no creernos más ni sentirnos menos, sino habitar la precisa dimensión humana.
Y que tal vez de eso se trate el espacio, el lugar, la posibilidad que nos brinda la música.
Escuchar, devolver(nos) la dimensión humana, un ratito.
federico mercado
(16/09/18)