14 Sep Música de Buenos Aires -otra hipótesis-
“Un país no es una esencia que se debe venerar sino una serie de problemas a desentrañar”
(“El río sin orillas”, Juan José Saer)
El orden desbordado
I
La ciudad de Buenos Aires es, o puede ser, como cualquier otra ciudad, una experiencia. Es decir que se la atraviesa mientras nos atraviesa.
A algunos nos importa en tanto hemos nacido aquí y, de algún modo extraño, nos sentimos cómodos con y en ella. No porque uno no putee todo el tiempo y quisiera verla de otro modo, pero en esta sensación contradictoria se confunden ciudad y sociedad (¿Una ciudad es la sociedad que la habita? ¿En qué medida? ¿Hay relación entre ciudad y sociedad?)
Odiada, despreciada, subestimada o llanamente ignorada, por una importante mayoría de sus habitantes, parece persistir en sus particularidades, que no todos juzgan dignas de mención.
Sin embargo, nacer en un lugar no significa nada. Nadie está obligado con nada -ciudad, lugar, región, país-, nada nos ata, como no sea nuestra propia experiencia y la valoración que hagamos de ella.
II
Supongamos que alguien que nace en Buenos Aires pretende emprender una obra sobre ella, obra sin especificación de medio de expresión –música o texto o fotografía o dibujo-. Empieza a leer, a releer, a ver de otro modo, o por primera vez, lo recorrido cientos de veces.
Busca y encuentra.
Encuentra algo que define su experiencia con esa ciudad, algo de eso que intuye pero ya no puede descifrar por lo que la ciudad es. “Dos inmensidades la flanquean: la Pampa y el Río de la Plata: ambas demasías contribuyen a ubicar la ciudad y a desubicar a quien la contemple” (Geografía de Buenos Aires, Florencio Escardó)
Claro que es casi imposible ver el río o percibir la Pampa, sin embargo la idea de estar flanqueados por dos inmensidades resuena en esa experiencia, en nuestra intuición.
III
“Buenos Aires es la pampa cubierta de ciudad”
La pampa llegaba al río y, de algún modo, continuaba en él. El progreso fue cubriendo esa difusa frontera de cemento y asfalto. Sin embargo el relieve se rebela, rompe calles, veredas (¿quién no ha visto las raíces de algún árbol levantando veredas, ampliando el necio marco de baldosas que le imponen? ¿Y ríos entubados que insisten en inundarnos o el pastito naciente en algún viejo empedrado?) Allí hay un orden de cemento y progreso que se ve desbordado por la brutalidad y la desmesura de las inmensidades que la flanquean.
Si se piensa en las expresiones musicales del Brasil podría decirse que tienen cierta estrecha relación con la exuberancia selvática, con la impronta de un clima que parece definir rasgos culturales. El candombe montevideano parece poseer una espacialidad arquitectónica complejísima, tal vez dada por la esclavitud y la libertad. La música del altiplano cierta austeridad propia del paisaje.
¿Pasa lo mismo con las expresiones culturales y musicales de Buenos Aires?
IV
Inmensidad, desmesura, orden, desborde.
La recta se vuelve línea sinuosa, la cuadrícula se quiebra, se agrieta, la inmensidad desborda.
Aquí la tónica es la desmesura.
La combinación de la inmensidad con el intento de orden del progreso. No uno sobre la otra, sino ambos.
Lo desmesurado aparece cuando se le intenta poner tope, marco, límite, a la inmensidad.
Esta es una/otra/nuestra hipótesis sobre lo porteño.
En ella habita la posibilidad de desentrañar, de pensar, aquellas expresiones culturales y musicales que podríamos entender como netamente porteñas, más allá de definiciones estilísticas, para desde allí emprender la experimentación de una/otra música de Buenos Aires.
La desmesura
V
Toda definición corre el riesgo de cristalizar aquello que pretende definir. Pocas cosas son definibles, o bien, ninguna definición explica totalmente el objeto de su razón de existir (o sería bueno que así fuese). Sabiendo esto, más que definir, nos proponemos pensar 2 expresiones típicamente porteñas, o algunos de sus aspectos, a través de esta hipótesis de la desmesura, casi como explicaciones de la misma.
Tango
El tango, vocablo que, dicen, proviene de voces africanas, es, tal vez, la más acabada expresión cultural-musical de Buenos Aires. Uno de sus aspectos entraña esta idea hipótesis: la relación entre el pulso/marcato/ritmo y la variación, impredecible, del fraseo, ya sea cantado o tocado. En la interpretación tanguera florece, muchas veces, la desmesura. Y muchas otras veces ese fraseo tiene su correlato en la poética agónica de muchos tangos. A lo que puede sumarse la danza entrelazada, donde la puja entre hombre y mujer se ve contenida por el abrazo de ambos.
Murga
Manifestación popular porteña si las hay, menospreciada ante su homónima uruguaya, radicalmente distinta, también esconde en alguno de sus aspectos, sino en todos, la desmesura: en el ritmo típico de murga, el bombo marca obstinadamente el pulso, que ordena el desfile, sobre él el platillo va y viene desbordando el pulso con ritmos cíclicos; en el desfile la fila de murgueras y murgueros, es el orden sobre el cual el baile se desborda, sacudiendo manos, brazos y piernas; y algo de eso también hay en el traje de corte formal, levita, pantalón y galera, donde los colores del raso brillan junto a los multitudinarios apliques.
Aparecen, entonces, algunos elementos encauzados en dos ideas:
La idea de un orden –lo recto/lo cuadrado/el pulso/lo par/lo estático- y el desborde –lo sinuoso/la espiral/lo curvo/lo impar/lo móvil- pero, como ya dijimos, no es uno sobre otro, son ambos.
Esta combinación nacida de la historia de esta parte del mundo, de lo que había y lo que vino, de lo que permanece y de lo que muta, nos brinda la desmesura como expresión de lo porteño.
La Ribera Sur nace en la desmesura.
federico mercado
Octubre de 2011